Un poco de historia. El combate a las grandes pandemias.

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Sin olvidar otras pandemias que han afectado a la humanidad desde la Grecia antigua, nos centramos ahora en la actual pandemia causada por el virus SARS-CoV-2, así como la descripción de las acciones y herramientas con las que el ser humano ha contado para combatir el avance de estas a lo largo de la Historia.


A pesar de las numerosas investigaciones en proceso, todavía hay muchas cuestiones que se desconocen con relación a la misma. El SARS-CoV-2 se multiplica en las vías respiratorias, lo que permite que se propague en partículas de diferentes tamaños emitidas por la nariz y la garganta de una persona infectada durante la respiración, el habla, el canto, la tos y los estornudos.


Las partículas más grandes, incluidas las salpicaduras visibles de saliva, caen rápidamente, estableciéndose en el suelo o en superficies cercanas, mientras que las más pequeñas, aerosoles invisibles a simple vista, se pueden llevar más lejos y permanecer en lo alto más tiempo, dependiendo de la humedad, la temperatura y el flujo de aire. Son estas partículas de aerosol, que pueden permanecer durante horas y viajar en interiores, las que han avivado la controversia.


Aunque las infecciones transmitidas por el aire, como la tuberculosis, el sarampión y la varicela, son más difíciles de rastrear que los patógenos transmitidos en los alimentos y el agua contaminados, la investigación de los últimos 16 meses respalda el papel que desempeñan los aerosoles en la propagación del virus pandémico.


De acuerdo con la Guía COVID de la Federación Europea de Asociaciones de Calefacción, Ventilación y Aire Acondicionado (REHVA por sus siglas en inglés): cuanto más cerca de una persona infectada se esté, mayor es la concentración de partículas infecciosas y más corto es el tiempo de exposición necesario para que se produzca la infección. El número de fallecidos en todo el mundo se encuentra alrededor del millón de personas. La causa de ello radica en que los coronavirus producen cuadros clínicos que van desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ya ocurrió con el SARS-CoV y el MERS-CoV.


Para el Doctor Gonzalo Pascual, director del Centro de Referencia de la FAO en Gestión del Riesgo Biológico, la tasa de letalidad del nuevo coronavirus es del 5% frente a la de una gripe común que es del 0.01%. Cada virus puede crear de una sola vez, entre 10, 000 y 100,000 réplicas y será la carga viral (la cantidad de partículas que genera una persona infectada) la que va a marcar en mayor medida la posibilidad de que haya una infección, a través de una cantidad de dosis infectiva. Con lo que, a mayor carga viral presente en el medio de transmisión, vamos a alcanzar más fácilmente la dosis infecciosa y a mayor dosis infecciosa se manifestará una mayor sintomatología en el receptor.


Actualmente sabemos que aproximadamente el 70 % de cada 100 individuos afectados por el coronavirus son asintomáticos y que representan los principales dispersores del virus, 20% tienen síntomas leves que no necesitan hospitalización y 10% de ellos presentan enfermedad grave, de los cuales del 3 al 5 % y requieren ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos y el 1 % de ellos muere.

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Acerca de las formas de transmisión el Dr. Pascual distingue tres, siendo la primera el contacto indirecto: con personas infectadas y superficies contaminadas, hablamos de partículas que se encuentran entre las 100 y las 1000 micras y cuya entrada se produce por vía oral a través de la mucosa de la boca, ojos o nariz.

La segunda forma es por contacto directo: en una distancia de transmisibilidad que puede ocurrir en el espacio de 1 a 2 metros que se corresponde con las gotículas balísticas de tamaño superior a las 100 micras. Y la tercera forma por contacto directo, pero vía aerosol conformado por partículas inferiores a las 100 micras que se encuentran suspendidas en el aire incluso durante más de 3 horas y que pueden transportarse en distancias mayores a los 10 metros.


De hecho, el Comité principal de la OMS está integrado por expertos de tendencia sobre el “lavado de manos”. Sin embargo, hoy en día se conoce por diversos estudios, sobre todo de origen británico que aproximadamente el 16 % de ese 100 por ciento de posibilidades de contagio del SARS-CoV-2 se realiza por superficies, llevado posteriormente a nariz, boca u ojos está alrededor del 10%.


Desde octubre de 2020, numerosos científicos acompañados de físicos de transmisibilidad por aerosol, comenzaron a establecer la diferencia entre aerosoles y gotas balísticas o gotas de gran tamaño, estableciendo que el valor límite ambiental se sitúa en las 100 micras y no en las históricas cinco micras (lo que si aplicaría para una enfermedad como la tuberculosis).


Ahora bien, ¿Qué factores intervienen en la eficacia de la aerotrasmisión? En primer lugar el tipo de emisión que depende de actividades realizadas por separado; después de ello la presencia de superpropagadores, personas que emiten diez veces más aerosoles en una dirección y sobre ello es importante el tiempo de contacto y la distancia frente al emisor, por lo cual resulta muy importante la protección tanto del emisor como del receptor, además de la ventilación como vehículo de transmisión de un agente; además hay que controlar ciertos parámetros físicos de interior y también de exterior a través de medias filtrantes, que sean testeados considerando temperatura, humedad relativa y luz ultravioleta entre otros factores.


Cómo se han combatido las pandemias a lo largo de la Historia.


Estas tuvieron, sin duda, orígenes muy diversos y fueron provocadas por virus y bacterias muy distintas. En muchas de ellas ha jugado un papel fundamental la falta de inmunidad de las poblaciones localizadas en distintos puntos geográficos frente a patógenos traídos de otras partes del mundo. Por citar un ejemplo, en las últimas décadas, por ejemplo, la gripe común ha tenido efectos devastadores en muchos pueblos del Amazonas. En 2020 todos los seres humanos experimentamos la misma vulnerabilidad al enfrentar un virus nuevo, el SARS-CoV-2.


Perfilada desde experiencias en culturas antiguas que trataron con las enfermedades contagiosas, las sociedades medievales observaron la conexión entre episodios de tiempo y la erupción de los síntomas. De ahí que la primera cuarentena conocida fue realizada en Ragusa (actual Croacia) en 1377, donde todas las personas que arribaban debían esperar 30 días en la aledaña isla de Lokrum antes de ingresaran la ciudad. Este período de 30 días (treintena) se podía extender hasta 40 días (cuarentena).


La institución de la cuarentena fue una de las medidas efectivas contra la muerte negra, y su uso rápidamente se expandió por Europa. En la actualidad, la cuarentena permanece como una medida de salud pública altamente regulada, nacional e internacionalmente, para impedir la expansión del contagio.


Por su parte y, aunque las primeras experiencias de inoculación/inmunización de un agente infeccioso con miras a obtener inmunidad se remontan en China e India al año 200 a. C, fue en 1718 que Lady Mary Wortley Montagu practicó por primera vez la inoculación con el virus de la viruela vacuna, en sus propios hijos.

Durante una estancia en Turquía, donde vivió con su esposo, que fue nombrado embajador, se desató una epidemia de viruela y ella se interesó por las medidas preventivas que se tomaban, describiéndola en su libro Letters from the Levant, during the Embassy to Constantinople 1716-18:


La viruela, tan fatal y frecuente entre nosotros, aquí es totalmente inofensiva gracias al descubrimiento de la inoculación, (así es como la llaman). Existe un grupo de mujeres ancianas especializadas en esta operación. Cada otoño, en el mes de septiembre, que es cuando el calor se apacigua, la anciana acude con una cáscara de nuez llena de la mejor materia variolosa. Pincha rápidamente con una aguja gruesa e introduce en la vena tanto veneno como cabe en la punta de la aguja y, después tapa la pequeña herida con un pedazo de la cáscara vacía; pincha de la misma manera cuatro o cinco venas. Los niños o jóvenes pacientes juegan juntos durante el resto del día y se encuentran en perfecta salud hasta el octavo día. Entonces comienza a subirles la fiebre y guardan cama durante dos días, rara vez tres. Excepcionalmente, les salen veinte o treinta pústulas en la cara, que nunca dejan marcas, y en ocho días están tan repuestos como antes de padecer la enfermedad.


La primera vacuna, concretamente contra la viruela, fue diseñada por Jenner, un médico rural inglés que en 1796 llevó a cabo su experimento con linfa de viruela vacuna; es decir, de una forma de viruela propia de las vacas (de ahí el nombre de vacuna). La idea se le ocurrió al escuchar a una granjera de su pueblo decir que ella no cogería la viruela mala porque ya había contraído la de las vacas. Esta mujer sostenía que la viruela, de las vacas, producía erupciones en sus ubres, y que los ordeñadores de las vacas podían contraer esta enfermedad, la cual les protegía frente a la viruela en los humanos.


Jenner, que era un profundo observador, estuvo veinte años estudiando este fenómeno y la forma de desarrollar el método de inmunización, que culminó con la creación de su vacuna en 1796, cuando Jenner realizó un raspado del brazo de un niño de 8 años con el material de una de las llagas de la viruela bovina, obtenido de una de estas mujeres que ordeñaban las vacas. El experimento de Jenner inició la era de las vacunas, al inmunizar al niño contra la mortal infección de la viruela.


No era fácil en tiempos de pandemia, encontrar doctores para tratar a los enfermos de plaga. Por otra parte, si la plaga era altamente contagiosa, un doctor que visitaba a un paciente, podía no solo contraer la enfermedad fácilmente, sino que transmitirla a otra persona que sufría una enfermedad distinta. La solución a este doble problema, la encontraron en la institución comunitaria de los doctores de la plaga.


Estos eran médicos o cirujanos, especialmente contratados por una pueblo o villa infectados, en tiempos de epidemia, que eran los responsables del tratamiento y el catastro de los enfermos por la plaga. Este trabajo no era no solo particularmente peligroso, sino que muy incómodo, ya que el doctor de la plaga estaba en cuarentena no solo durante la epidemia, sino que hasta bastante tiempo después. Estos puestos se aplicaban a médicos de segundo grado, que no habían sido particularmente exitosos en su práctica, o doctores jóvenes, que trataban de establecerse.


Para finales del siglo XVI, los médicos eran considerados una clase más alta que los barbero cirujanos. Venecia estaba entre las primeras ciudades dedicadas a los practicantes que se ocupaban del capítulo de las pestes en 1348. Su principal tarea, además de cuidar de los enfermos de peste, era llevar un recuento público de las muertes relacionadas con la plaga.


En ciertas ciudades europeas como Florencia y Perugia, los doctores de la plaga fueron los únicos autorizados para realizar las autopsias que ayudaran a determinar la causa de muerte y estudiar a la enfermedad en su proceso. Entre los más notables “doctores de la plaga” encontramos a Nostradamus, Paracelso y Ambroise París. La característica de los “doctores de la plaga” fue inmortalizada por la posterior confección de unas vestimentas muy particulares. Un doctore della peste, recibía un sueldo de 30 florines, lo que aproximaba 40 gramos de oro puro. Comparado con otros salarios, no estaba nada de mal, teniendo en cuenta que la mayoría de los letrados recibía menos de 200 florines al año.


Después de este repaso histórico por las pandemias más importantes y su combate a lo largo de la historia de la humanidad, podemos darnos cuenta de los avances que dichos eventos médicos nos han dejado como herencia, y la pandemia de COVID-19 no es la excepción.


El conocimiento y las herramientas que tenemos ahora frente al SARS-CoV-2 van desde los medios preventivos como son las recomendaciones de los científicos y las autoridades sanitarias, quienes inciden en evitar esa multiplicación de riesgos evitando la concentración de personas en lo posible.


Las medidas van desde decisiones administrativas como teletrabajar por turnos o cuando se presenten síntomas, hasta protecciones físicas como mascarillas o evitar que los empleados compartan materiales de oficina. Además, se recomienda la separación de los trabajadores, evitar aglomeraciones en reuniones, accesos o zonas de comidas, y mantener los espacios correctamente ventilados.


Los aerosoles infecciosos permanecen concentrados en el aire durante más tiempo en espacios interiores mal ventilados y confinados. De ahí la importancia del trabajo que realizamos diariamente en Atfil, puesto que como empresa 100% mexicana, somos expertos en ofrecer soluciones de filtrado de aire, para equipos de Aire Acondicionado, creando ambientes puros y desarrollando productos de Protección Personal de acuerdo con las necesidades que emergen de la pandemia actual, con procesos de desarrollo e investigación que se traducen en información valiosa para nuestros clientes.


Frente a la incertidumbre, lo que sabemos es que entre las acciones más efectivas para el control del virus del SARS-CoV-2 se encuentran:

  • Uso de mascarillas más eficientes.

  • Pruebas de detección.

  • Vacunación.

  • Siempre que sea posible, mantener distancia de seguridad.

  • Limitar el tiempo de exposición y contacto.

  • Adecuar un número de renovaciones por hora adecuado

  • Extracción del aire localizada o de carácter general

  • Filtrar el aire con filtros HEPA homologados, ensayados, acreditados por la unión europea.





REHVA apoya firmemente el llamamiento de los expertos para la "revolución" post-COVID en la calidad del aire de los edificios. 17 de mayo 2021. https://www.rehva.eu/news/article/experts-call-for-post-covid-revolution-in-building-air-quality

Dr. Rodrigo Leal Becker Médico Adictólogo, COSAM estación central. Breve historia de las pandemias en: Psiquiatria.com. 2020 VOL 24, Chile.

Un estudio de 2016 señaló que un cambio de aire de nueve veces por hora redujo la transmisión de los virus de SARS, MERS y H1N1 en un hospital de Hong Kong. Coronavirus: Radiografía de tres brotes: así se contagiaron y así podemos evitarlo | Ciencia | EL PAÍS (elpais.com)

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