Un poco de historia. Las grandes pandemias de la humanidad.

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Fecha: 8 de diciembre de 2019.

Hecho: 27 casos de neumonía atípica.

Lugar: Mercado de pescados y mariscos y animales vivos de Wuhan (Hubei, China).


El 7 de enero de 2020 se detectaba claramente en el continente asiático un nuevo tipo de coronavirus, produciéndose en la ciudad de Wuhan como primer brote epidémico. Desde ese momento la transmisión fue rapidísima y el 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró pandemia por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad de COVID-19.


Primeramente, tendríamos que marcar la diferencia entre epidemia y pandemia. Ahora que el SARS-CoV-2 ya se ha propagado a más de 110 países y tras meses de contagios a todos los niveles de la población se considera al nuevo coronavirus como pandemia.

De acuerdo con Fernando González Candelas, catedrático de Genética de la Universitat de València, la principal diferencia entre una pandemia y una epidemia es la escala geográfica; es decir, que para que una enfermedad se denomine pandemia debe propagarse por todo el mundo, extendiéndose a varios países de diferentes continentes y afectando a un gran número de personas. El término no implica una gravedad mayor o menor de la enfermedad, sino una propagación rápida y mundial.


Según la OMS, se produce una pandemia cuando aparece un nuevo virus que se propaga por el mundo y la mayor parte de la población no es inmune al mismo. Mientras que una epidemia ocurre cuando una enfermedad se extiende por una zona concreta durante un determinado tiempo afectando a un gran número de personas.


Ahora bien, para entender la dimensión de lo que representa la actual pandemia es importante enmarcarla en su contexto histórico y es que, desde que el ser humano empezó a organizarse en sociedad y a crear núcleos de personas que convivían juntas en un mismo espacio territorial, las enfermedades contagiosas tomaron un especial protagonismo. A medida que la población mundial fue creciendo, cuando una enfermedad se extendía y afectaba a varias regiones del planeta, convirtiéndose en una amenaza para la población, se empezaron a documentar las primeras pandemias.



En una larga sucesión a lo largo de la historia, los brotes pandémicos han diezmado sociedades, determinando resultados similares a las guerras, borrando poblaciones enteras, pero también, paradójicamente, despejando el camino para innovaciones y avances en ciencia (incluyendo medicina y salud pública), economía y política.


Para todo el equipo de Atfil es importante compartir con nuestros clientes y usuarios las acciones locales y mundiales en la lucha contra la COVID-19, por lo que en este texto se examinarán los brotes pandémicos más importantes de la Historia hasta llegar a la actual pandemia del coronavirus; además de los medios que se han utilizado para combatirlos y con los que contamos actualmente para responder a la situación, asegurando la calidad del aire en interiores partícula a partícula.


Pandemia Flu Española (1918-1920) causada por el H1N1, extraído del virus influenza; también conocida como Gripe Española es considerada como la primera pandemia global y la primera que ocupó los descubrimientos de la medicina moderna, con especialidades como la infectología y la epidemiología, que estudiaban la naturaleza de las enfermedades y el curso de las pandemias.


El verdadero origen del flu español permanece desconocido, a pesar de su nombre. Se ha planteado el origen en ciudades de Estados Unidos, China, España, Francia o Austria. Esta incertidumbre se ha perpetuado por las circunstancias de que la gripe española, tomó lugar en medio de la Primera Guerra mundial, con un significativo encubrimiento con respecto a su brote original, ya que los avanzados modos de transporte incluían viajes intercontinentales.


Sumados a Europa, fueron los movimientos militares masivos y la sobrepoblación los que contribuyeron a su expansión masiva, con el virus devastando Estados Unidos, Asia, África y las islas del Pacífico. La tasa de mortalidad de esta pandemia tuvo un rango entre el 10% y el 20%. Sobre un cuarto de la población mundial que contrajo la gripe española, se calculó que esta se llevó la vida de entre 50 e incluso 100 millones de personas.



La gripe española tuvo una inmensa influencia en nuestra civilización. Algunos autores inclusive apuntan su aporte al fin de la I Guerra Mundial, ya que afectó ejércitos Germanos y del imperio Austro-Húngaro más temprano y con más virulencia que a los oponentes aliados. Un estudio del censo norteamericano, datado de 1960 a 1980, encontró que los niños nacidos de mujeres contagiadas por el virus, tuvieron más deterioro físico y vivieron menos, en promedio, que aquellos niños nacidos meses antes o después del brote.


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Como ya lo hemos mencionado, aun cuando esta pandemia fue la primera en ser observada y cuantificada, los registros apuntan a que la epidemia más antigua fue la Plaga Ateniense documentada entre el 430-411 a. C luchada entre las ciudades estado de Atenas y Esparta.


El relato histórico de la plaga ateniense fue proveído por Tucídides, quien sobrevivió a la plaga él mismo y la describió en su Historia de la Guerra del Peloponeso. La plaga ateniense se originó en Etiopía y desde allí se expandió a través de Egipto y Grecia. Los síntomas iniciales de la plaga incluyeron dolor de cabeza, conjuntivitis, rash cutáneo y fiebre. Las víctimas tosían sangre y sufrían de un fuerte dolor de estómago, seguido de nauseas, arcadas y vómitos. Los individuos afectados generalmente morían a los 7 u 8 días. Aquellos que sobrevivían a esta etapa, podían sufrir parálisis parcial, amnesia, o ceguera por el resto de su vida. Doctores y otros cuidadores frecuentemente se contagiaban la enfermedad y morían con aquellos que habían tratado de sanar.


Dada la sobrepoblación de la ciudad de Atenas, la plaga se expandió rápidamente, matando decenas de miles, incluyendo a Pericles, el líder Ateniense. La plaga de Atenas afectó a la mayoría de los habitantes de la sobrepoblada ciudad estado y reclamó las vidas de más de un cuarto de la población. La causa de la plaga ateniense del 430 a.c. no ha sido claramente determinada, pero muchas enfermedades, incluyendo la peste bubónica o la fiebre tifoidea han sido señaladas como probables culpables.


Mención parte, siguiendo la cronología histórica encontramos la Plaga Justiniana, atribuida a la Yersinia Pestis, que se originó a mediados del siglo VI en Etiopía, avanzando hacia Egipto y a las estepas centrales de Asia, a lo largo de las rutas de las caravanas. Desde alguna de estas localizaciones, la peste rápidamente se expandió al mundo Romano y más allá.


Como la mayoría de las pandemias, la plaga Justiniana generalmente seguía las rutas de los proveedores, lo que era especialmente marcado en las ciudades costeras. Los movimientos militares de la época, contribuyeron a la expansión de la enfermedad desde Asia Menor a África y a Europa.


La epidemia Justiniana es el ejemplo más tempranamente documentado de los actuales brotes epidémicos. Durante la plaga, muchas víctimas experimentaron alucinaciones previas al brote de la enfermedad. Los primeros síntomas de la plaga incluían fiebre y fatiga. Pronto las bubas aparecían en el área inguinal y en las axilas, y ocasionalmente detrás de las orejas. Desde este punto la enfermedad progresaba rápidamente e infectaba a las personas, quienes usualmente morían dentro de algunos días. Los infectados entraban en un estado delirante y letárgico, en el cual no podían comer ni dormir.


Siguiendo este estado aparecían períodos de insania mental, causando grandes problemas entre los que intentaban cuidarlos. Mucha gente sufrió una muerte dolorosa con las bubas gangrenadas, otros murieron vomitando sangre. También hubo algunos casos en el que las bubas crecían a gran tamaño, se rompían y supuraban; en estos casos, el paciente podría usualmente recuperarse.


El Emperador Justiniano contrajo la plaga también, pero no sucumbió a ella. Dentro de poco tiempo, todas las tumbas fueron adquiriendo mayor capacidad y los cadáveres eran apilados en las calles, a la espera de ser quemados. El imperio solucionó este problema cavando enormes tumbas y recolectando los cuerpos dentro de ellas. Algunas de estas tumbas reportaron hasta 70000 cadáveres, por lo que pronto se desbordaron. Los cuerpos eran almacenados dentro de las torres, en las murallas de la ciudad, causando un hedor que contaminaba al poblado entero. Las calles estaban desiertas y el comercio fue abandonado. Los alimentos básicos comenzaron a escasear y la gente moría de inanición, aparte de estar enfermos.


Es posible entonces que para el año 600 de nuestra era, la población haya sido reducida en un 40%; mientras en la ciudad de Constantinopla misma, es posible que este porcentaje de muertes, excediera el 50%. En este punto de la Historia, las tradiciones cristianas comienzan a tratar de interpretar y comprender los eventos de esta naturaleza, explicándolos como “castigos por nuestros pecados” o atribuyéndolos “a la ira de Dios”.


Esta interpretación de las plagas vuelve a reaparecer durante la muerte negra y juega un rol importante entre la sociedad europea. Sin embargo, está bien establecido que el Imperio Bizantino experimentó grandes cambios y debilitamientos de su medicina, economía e infraestructura cultural durante este brote. Las tribus nómades de árabes, moviéndose hacia las zonas escasamente pobladas, fueron uno de los peldaños dentro de la rápida expansión del islam.


La peste negra era ya una vieja conocida cuando la humanidad vivió el peor brote de esta enfermedad a mediados del siglo XIV (entre 1346 y 1353). Sin embargo, se ignoraban por completo tanto sus causas como su tratamiento. Esto, junto con la gran velocidad de propagación, la convirtió en una de las mayores pandemias de la Historia. Hasta cinco siglos más tarde no se descubrió su origen animal, en este caso las ratas, que durante la Edad Media convivían en las grandes ciudades con las personas e incluso se desplazaban en los mismos transportes –barcos, por ejemplo- hacia ciudades lejanas, portando las bacterias de Yersinia Pestis, causante de la peste negra, consigo.

Los números que dejó tras de sí esta epidemia son estremecedores. Según los datos que manejan los historiadores, la península Ibérica habría perdido entre el 60 y 65% de la población, y en la región italiana de la Toscana entre el 50 y el 60%. La población europea pasó de 80 a 30 millones de personas.


Con los primeros viajes de exploración por los navegantes europeos en el siglo XV, los patógenos causantes de enfermedades en el Viejo Mundo (que incluyen patógenos de África y Asia), arribaron al Caribe y América. A partir de la interacción entre individuos y culturas de las cinco partes del mundo, representados en europeos y americanos, las enfermedades de ambos hicieron lo mismo, dando paso a la unificación bacteriana del planeta.


De dicha unificación, las enfermedades endémicas de zonas específicas dejaron sus ecologías y las biologías de aquellos que habían aprendido a convivir con ellas, para expresarse en nuevos individuos. Éstos, al no contar con un sistema inmune adecuado para las enfermedades extranjeras, sucumbieron rápidamente.


Para el caso de México, al arribo de las huestes de Hernán Cortés en 1519, la población nativa ascendía a unos 25 millones de habitantes, diez años después había disminuido a 16.8 millones, para 1568 a 3 millones y para 1618 a sólo 1.6 millones. Entre los factores que propiciaron la gran mortandad, se tiene a las enfermedades del Viejo Mundo que tomaron un carácter epidémico y afectaron a la población nativa.


La epidemia de viruela de 1520-1521 así como las diferentes enfermedades contagiosas que se propagaron entre los ejércitos enfrentados en el sitio de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco deben ser comprendidas como las primeras en una larga serie de epidemias que han asolado desde entonces a las poblaciones amerindias y subalternas de lo que hoy llamamos México. En el periodo colonial tenemos los cocoliztli de 1545 y 1576, las diversos brotes que asolaron Yucatán en el siglo XVII, las sucesivas epidemias en otras regiones de Mesoamérica, así como las epidemias que acompañaron la colonización del norte desde el siglo XVI hasta el XVIII.


El virus variola diezmó la población mundial desde su aparición, llegando a tener tasas de mortalidad de hasta el 30% y como ya se dijo, se expandió masivamente en el nuevo mundo cuando los conquistadores empezaron a cruzar el océano afectando de manera terrible una población con defensas muy bajas frente a nuevas enfermedades, y en Europa tuvo un periodo de expansión dramático durante el siglo XVIII, infectando y desfigurando a millones de personas.


Ya en el siglo XX, se presentaron otras pandemias importantes de mencionar como la Gripe asiática, registrado por primera vez en la península de Yunnan, China, el virus de la gripe A (H2N2) de procedencia aviar apareció en 1957 y en menos de un año se había propagado por todo el mundo esta pandemia registró un millón de muertos en todo el planeta. La Gripe de Hong Kong (una variación del virus de la gripe A H3N2) fue registrada en esa ciudad en 1968 y se expandió por todo el mundo con un patrón muy parecido al de la gripe asiática. Un millón de personas fueron las víctimas que causó esta nueva cepa de la gripe.


Sin olvidar una de las pandemias más lentas y progresivas a nivel global, la del VIH/SIDA se ha expandido durante décadas por diferentes continentes y diferentes poblaciones, presentando nuevos desafíos con cada nueva repetición y por cada nuevo grupo infectado.


Comenzando a principios de la década de los 80 en Estados Unidos, su inicial expansión estuvo marcada por un esparcimiento con predominio entre la población homosexual y una alta tasa de mortalidad, asociados al aislamiento y estigma social. El VIH ha afectado alrededor de 40 millones de personas en el mundo, causando alrededor de un millón de muertes al año, que para el 2005 ya alcanzaban los 2 millones de muertes al año.


Mientras eso representó un fenómeno de salud pública, la epidemia VIH ha sido particularmente alarmante en algunos países del sur de África, con una prevalencia del 25%. Se cree que su origen fue animal, y sus efectos son algo que podría describirse como el agotamiento del sistema inmunológico, de modo que el propio virus no es letal, pero sí lo son sus consecuencias, pues dejan el organismo desprotegido frente a otras enfermedades. Su contagio se produce por contacto con fluidos corporales. A pesar de que estas vías de transmisión lo hacen menos contagioso, a priori, que otros virus como la gripe, el desconocimiento inicial permitió que se expandiera con mucha rapidez.





Javier Flores. La Diferencia entre epidemia y pandemia en: https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/diferencia-entre-epidemia-y-pandemia_15297, 12 de marzo 2020.

Sandra Elena Guevara Flores. La “Guerra bacteriológica en la conquista de Tenochitlán en: Noticonquista, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2021.

Federico Navarrete , Cinco siglos de epidemias colonialistas en México y en América, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2764/2760. Visto el 14/08/2021



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